Tras despuntar en títulos como “El
guerrero rojo”, “Las tortugas Ninja II” o la serie “Sidekicks”,
Ernie Reyes Jr. encadenó una serie de títulos que pudieron dar a
entender que se convertiría en toda una estrella de las artes
marciales. Y aunque sí es cierto que en su curriculum figura el
haber trabajado junto a figuras como Spielberg o Jackie Chan, a día
de hoy su estrella se encuentra algo apagada, lo que no significa que
no pueda mantenerse en determinados mercados, ofreciendo divertidas
cintas de acción.
Pero a mediados de los 90, como
decíamos, Reyes se encontraba en uno de los mejores momentos de su
carrera, realizando diferentes papeles en series de éxito, como
“Kung Fu: la leyenda continúa”, o películas que combinaban el
humor con la acción marcial, caso de “Surf Ninjas”. Así pues,
Reyes se animó a probar suerte tras las cámaras -ya había sido
coproductor de “Surf Ninjas”- escribiendo y dirigiendo “Un
dragón en las calles”, película de bajo presupuesto que, contra
todo pronóstico, no se trató de un filme confeccionado para su
propio lucimiento. Aquí el protagonista es Shishir Inocalla, actor y
stunt-man de origen filipino que da vida a Pinoy, un experto en artes
marciales procedente de Asia que viaja hacia Estados Unidos
aconsejado por sus maestros, en busca de nuevas experiencias. Al
llegar a la ciudad conocerá a Jesse (Ernie Reyes Jr.), quien le
introducirá en una espiral de violencia envolviéndole en una guerra
entre bandas, traficantes de drogas y redes de prostitución. De modo
que tenemos a Reyes Jr. en un rol secundario pero con importancia
dentro de la trama, reservándose, eso sí, diferentes golpes de
humor con el objetivo de empatizar con los espectadores del filme.
Por desgracia para todos, la película no funciona en absoluto; se
trata de un producto amorfo, sin encanto alguno, carente de ritmo y
equilibrio. Por momentos parece un trabajo realizado por
aficionados, con coreografías desprovistas de atractivo, sazonado
todo con un humor sin gracia que no hace más que entorpecer la
narración, convirtiendo su visionado completo en una gesta difícil
de ejecutar. Un horror que merece la pena olvidar.
Después de esta experiencia, Reyes Jr. no volvió a dirigir ningún largometraje -al menos hasta la fecha-. Lógico, pues sí bien es cierto que frente a las cámaras demuestra poseer cierto gancho y cumple sin problemas con su faceta de artista marcial, en la silla de director reveló un nulo conocimiento de la realización cinematográfica.
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