Cuando era mucho más joven me apasionaban los videojuegos de
peleas: Art of fighting, Killer Instinct, Double
Dragon o Fatal Fury se encontraban entre mis favoritos (por citar sólo
algunos). Y por encima de todos estaban los de Street Fighter. Sin temor
a equivocarme puedo asegurar que esta saga creada por Capcom es la que más
alegrías me ha otorgado en aquellos momentos en que jugaba con mi Super
Nintendo o acudía a las recreativas con mis amigos. Street Fighter era más
que un juego de peleas. La trama sobre combates semi-clandestinos en los que
participaban los mejores luchadores del mundo se me antojaba deliciosa. Cada
personaje escondía tras de sí una historia personal, indicando su motivación a
querer competir en un torneo cuyo
villano final era Vega (M Bison en la versión europea), una especie de
dictador demoniaco líder de una banda terrorista conocida como Shadaloo. Los
personajes son bien conocidos, pero mencionemos algunos: Dalshim (quien se
apuntaba al torneo para ganar dinero y poder alimentar a los suyos), el actor
Fei-Long (siempre en busca del combate perfecto) o T. Hawk, quien buscaba venganza, pues
Shadaloo había arrasado su poblado. Ryu, era mi personaje favorito, pues aparte
de representar al luchador perfecto, se había inscrito en el torneo con el
único objetivo de continuar con su aprendizaje. Para él, cada lucha
representaba un paso más hacia el camino de la perfección, un estado al que
probablemente nunca llegará.
En 1994 Hollywood, consciente de los millones de fans que
poseía el juego alrededor del mudo, decidió realizar una película sobre el
tema. Y el desastre fue MAYÚSCULO. El por qué la adaptación al cine fue tan
horripilante tiene una respuesta muy muy muy sencilla: los responsables del
proyecto no tenían ni la menor idea del material con el que estaban tratando.
Muchos lectores creerán que esto se trata de una suposición mía y que
sencillamente pensaron en hacer su propia versión, pero no es cierto, existen
pruebas, y para demostrarlo, incluyo un párrafo que aparecía en el número 207
de la excelente (y tristemente desaparecida) revista DOJO1. En él, leíamos como el director y guionista
Steven E. De Souza (guionista, OJO de verdaderas joyas como La
jungla de cristal-1988 o Perseguido - 1987) sentenciaba unas
declaraciones que deberían ser enmarcadas:
En el videojuego lo
único que hacen los personajes es pelear y gruñir, son planos y bidimensionales,
no se sabe nada de su carácter, ni de sus hobbies, simplemente no hay historia.
Me tuve que inventar todo un argumento inspirándome tan sólo en el aspecto de
los personajes y en los decorados de las pantallas.
Así, todo cobraba sentido. Por eso mismo Ryu y Ken aparecían
como dos capullos timadores de oficio, Blanka y Charlie eran la misma persona
(sic), Honda era un reportero de televisión hawaiano y M. Bison (Balrog en la
versión europea) quedaba posicionado en el bando de los buenos. Pero bueno,
aquí en realidad habría que hacer un inciso. La serie de animación Street
Fighter II-V era una verdadera obra maestra aunque no respetara ciertos
puntos de la historia original; la serie poseía una serie de cualidades que
podían hacer que perdonásemos tal incidente.
También podríamos hablar de otras adaptaciones de videojuegos, como Silent
Hill (2006), por ejemplo, muy diferente al juego original, pero que
como película de cine funciona perfectamente. El problema de Street
fighter: la última batalla es que no funciona ni como adaptación, ni
como película ni como nada. Sencillamente es un horror. El tipo de humor que se
emplea en los diálogos es totalmente inadecuado. Las escenas de lucha, por
mucho que estén coreografiadas por Benny Urquídez, no son convincentes. La historia en sí está
demasiada trillada. La música techno-dance-rap no pega ni con cola, etc, etc,
etc.
En cuanto al cast, es cierto que Raul Julia fue un excelente
actor, pero aún no sé muy bien que
pintaba interpretando al villano principal. Lo mismo que la mayor parte del
reparto, actores y-o cantantes que en su oficio son más que competentes pero
que no quedan convincentes como artistas marciales. Evidentemente Jean Claude
Van Damme fue el único que se salvó de la quema, aquí dando vida a Guile, pero
aunque su interpretación sea correcta y lance unas patadas como nadie, su
intervención no ayuda en absoluto a salvar este hundimiento cinematográfico. Y
es que, en realidad, Street fighter: la última batalla
fue un largometraje que nació cadáver.
1 El extenso artículo fue realizado por Pedro
Conde y Eric Jalain con motivo del estreno de la película.
Puntuación: 1/10
Puntuación: 1/10
Gaaaaaaame Oveeer!!!! Una lastima que esta cosa fuera una de las ultimas de Raúl Juliá.
ResponderEliminarROUND 2 FIIIGHT!!!!
ResponderEliminarPues sí Eric, una pena. Al menos, después de este desastre, Julia protagonizó "El ocaso" un telefilme muy interesante que me gustó mucho en su momento.