Si hay algo que le encanta a la familia
Sheen-Estevez es ese juego de mezclar realidad-ficción en la
pantalla. Basta ver el tipo de papel que Charlie Sheen interpretaba
en la serie Dos hombres y medio
(una caricatura de él mismo) o como en
The Way (2010) Martin Sheen y Emilio Estevez
interpretaban a padre e hijo, por poner dos ejemplos. Son mediáticos,
y muy conscientes de ello, llevan jugando a esto muchos años. Y
personalmente no me molesta en absoluto, al contrario, me hace gracia y si puedo no me pierdo ninguna de sus películas. Sin
código de conducta es una de ellas. Aquí es Charlie Sheen
quien lleva la batuta, protagonizando, escribiendo y produciendo una
ligera buddy-movie (el experto en artes marciales Mark Dacascos es su
fiel compañero) en la que da vida a un policía envuelto en un caso
de tráfico de drogas. Martin Sheen interpreta, cómo no, a su padre,
dando vida a un experimentado agente de la ley. Completa el cast Joe
Estevez (hermano de Martin en la vida real) como el mecánico de la
comisaria. No se aclara en el guión, pero perfectamente podría ser
también un familiar en la ficción.
Pero más allá de disfrutar del juego
de los Sheen, Sin código de conducta es una
entretenida cinta de acción, fácil de seguir, sin complicación
alguna a la que quizá debamos recriminar lo poco que se luce
Dacascos. Aunque queda claro que su personaje es un hombre de acción
(lo demuestra con sus saltos, sus patadas, la manera de moverse,
etc.) sus intervenciones pueden parecer escasas, siendo el clan
Sheen el auténtico protagonista de la función Aun así, debe verse
si se pretende complementar la filmografía del protagonista de
Crying Freeman (1995).
Como curiosidad, el director de la
película no es otro que Brett Michaels, vocalista de la banda de
rock Poison (cuyo tema "Every rose has its thorn" es
un clásico que siempre me encantó). Su faceta de cineasta,
aunque escasa, es interesante y no se le puede acusar de mal
realizador. Por otro lado, señalar que Charlie Sheen aparece en
este filme acreditado como “Charles Sheen” en un intento de
orientar su carrera hacia un estilo más adulto...jugada que le duró
únicamente unos cuatro años (a mediados de los 90) volviendo pronto
a su faceta original. Aún así, en aquella época “seria”
encontramos otros dos títulos rescatables: la agradable Postmortem
(1998) de Albert Pyum y el drama independiente Amigos hasta el
final (1999).
Puntuación: 4/10
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