Una pareja de policías (el asiático Don Wong y el afroamericano Robert Jones) deberán hacer
frente a las fechorías de un súper-narcotraficante experto en artes marciales
que lidera las calles de un San Francisco lleno de maleantes, drogas, prostitución y corrupción policial. Con
esta sencilla premisa, el director Lo Wei nos ofrece un entretenido film de carácter
policiaco made in Hong Kong (con un pie puesto levemente en la creciente
corriente blaxploitation) cuyo visionado
considero obligatorio por diferentes razones: la más obvia, por tratarse de la
segunda película en la que Chuck Norris realiza un “papel” (si obviamos su etapa
como extra), para más señas, dando vida al villano de la función. Por otro lado, encontrar un largometraje de Lo
Wei en el que no aparezca ni Bruce Lee ni Jackie Chan siempre es interesante,
pues nos sirve para completar la filmografía de uno de los cineastas chinos más
importantes de la historia (le pese a quien le pese). Como dato a añadir,
diremos que produciendo encontramos a Raymond Chow y su Golden Harvest, cosa
que, si repasamos la historia y las uniones Bruce Lee-Lo Wei- Chuck Norris, no
deja ser un apunte interesante.
La película a mí personalmente me gusta pues no defrauda en
nada, contiene montones de peleas divertidas, una trama de lo más sencilla e
intenta poseer (y a ratos lo consigue) ese look norteamericano de cine setentero
estadounidense que personalmente me encanta. A destacar los veinte minutos
finales, con Don Wong entrando en la guarida de los villanos, castigando a base
de golpes por toda la casa (culminando en el jardín) hasta llegar al esperado combate
final contra Chuck Norris, el cual, por decirlo rápido y mal, es de puta madre.
Y por si alguien lo dudaba, sí, Norris es lo mejor de la cinta: sus escenas de
entrenamiento con otros maleantes quedan en el recuerdo de cualquiera, su chulería con ese look ultra-peludo asusta al
más experimentado, y además, reconozcámosle sus dotes innatas para la interpretación,
pues no deja de sorprenderme que, siendo un principiante, Norris fuese capaz de
soltar sin pestañear perlas como “no tengo miedo a la ley, lo que tengo es dinero y con él se hacen
maravillas, es lo único que cuenta en la vida” o esta otra, también digna
de colocar en un marco, “sólo hay dos
clases de personas, las que me obedecen y las que mueren”. Por último, es
de agradecer que Don Wong, el protagonista, no se limite a imitar Bruce Lee y actúe de forma diferente, intentando
definir un estilo propio (y no sólo en las secuencias de lucha) que a la larga
desarrollará con creces en sus películas posteriores (algunas de ellas al lado
de John Liu).
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