Bajo un estratégico disfraz que hace
parecer que nos hallamos ante un contundente filme de artes
marciales, lo cierto es que “Clementine” es un insoportable drama
lacrimógeno con niño (niña en este caso) sobre un padre viudo con
problemas alcohólicos en cuya vida vuelve a entrar, de manera casi
casual, su esposa supuestamente fallecida. Eso sí, el protagonista
es un experto en tawkwondo reconvertido en policía que se gana un
dinero extra participando en peleas clandestinas. Cuando su hija es
secuestrada por unos mafiosos se verá obligado a pelear contra un
aikidoka norteamericano con el rostro de Steven Seagal.
Aunque las peleas que aparecen en
pantalla están bien ejecutadas, lo cierto es que no compensan al
tratarse de tres o cuatro momentos casi aislados, pues el verdadero
peso de la trama recae en la problemática relación padre e hija así
como en los diferentes conflictos que ésta desemboca (custodia
materna, horario laboral, dinero...), tratados de manera errática
por el cineasta Kim Du-Yeng, cayendo en el ridículo en más de una
ocasión (situaciones inverosímiles, diálogos absurdos, etc.). Ni
siquiera la trama gangsteril consigue atrapar al espectador, pues
presenta unas circunstancias mil veces vistas ya, carentes de
cualquier aire de suspense que en un principio podría generar. Con
todo, la presencia de Seagal, así como su destreza a la hora de
combatir frente a las cámaras, acaba por convertirse en lo mejor de
la película, aunque tal vez debamos hablar más bien de un cameo
alargado que de un personaje con cierto peso en el argumento (aparece
únicamente en tres escenas, y una de ellas es en un combate que
retransmite un televisor).
Filmada en Corea a mediados de la
década del 2000, “Clementine” no puede incluirse, bajo ninguna
manera, entre las joyas que el país asiático nos regaló durante
idéntica temporada, véanse “Memories of murder” (2003) o “Dos
hermanas” (2003), por citar dos títulos.
Puntuación: 2/10
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