A finales de los años ochenta, el hoy
afamado Jean Claude Van Damme veía como su carrera comenzaba a
despegar gracias principalmente a éxitos como Contacto sangriento
(1998) o Kickboxer (1989). Hubo otros filmes en aquella
primera época, menos exitosos en líneas generales, pero que no
deberían ser en absoluto olvidados. Cyborg (1989) fue uno de
ellos. Perteneciente al catálogo de la productora Cannon y dirigida
por Albert Pyun, su historia post-apocalíptica a medio camino entre
la acción y la ciencia ficción -planteada en un primer momento como
una secuela de Masters del Universo (1987)- sirvió para
construir un entretenido y correcto producto que, de algún modo,
también sirvió para afianzar el estrellato del actor belga. No
reventó las taquillas, claro está, pero generó suficiente culto
como para que avispados productores se decidieran a levantar dos
secuelas pensadas principalmente para el mercado doméstico.
La primera de ellas, Cyborg 2: la
sombra de cristal, recogía el testigo de su antecesora
obteniendo peores resultados. La historia arranca en 2074 y plantea
la idea de que grandes corporaciones son capaces de crear robots con
apariencia humana para que confraternicen con los humanos
empleándolos como máquinas de guerra o misiones de espionaje. Cash,
uno de esos cyborgs, descubre lo que sus superiores tienen pensado
hacer con “ella”. Tomando conciencia del asunto, y con la ayuda
de un humano llamado Colt, tratará de luchar contra su destino,
rebelándose contra todo el sistema. La pareja se verá ayudada por
otro cyborg llamado Mercy, pero también será perseguida por
diferentes asesinos, así como por fuerzas militares.
Con efectos especiales típicos de la
época, secuencias de sexo enfatizando en el desnudo femenino y
algunas peleas para aderezar la función, el sencillo guión de la
película fue diseñado para que el ritmo avance sin apenas
sorpresas, a pesar de contener algunos momentos que intentan ir un
poco más allá, osando acercarse, por ejemplo, a la obra de Asimov
refiriéndose a una constitución que recuerda a las leyes de la
robótica. Risible, átona e inocente, la cinta hubiera caído en el
más absoluto de los olvidos de no ser por contar con un curioso
reparto digno de analizar; como toda buena serie B, el triunvirato
protagonista de Cyborg 2 vino formado por un action hero
en alza, una leyenda de Hollywood en decadencia y una joven y bella
actriz. Elias Koteas (presente en la saga de Las Tortugas Ninja)
y Jack Palance fueron los rostros masculinos, mientras que una
primeriza Angelina Jolie ejerció de cyborg principal, luciendo ya
aquí sus dotes para el cine acción. Una vez alcanzado el éxito, la
diva fue cuestionada en una entrevista por su participación en el
filme, y argumentó que en un principió la historia le pareció
atrayente, pero que quedó profundamente decepcionada cuando vio el
resultado final. A decir verdad, y aunque muchos puedan no estar de
acuerdo, Cyborg 2 no es tan diferente a otros blockbusters
protagonizados por Jolie y que gozan de mayor prestigio: cintas como
Wanted: Se busca (2008), Salt (2010) o las diferentes
aventuras de Lara Croft poseen un mayor nivel de producción, pero a
fin de cuentas no se alejan mucho en cuanto a intenciones o, incluso,
calidad cinematográfica. Presencias habituales del género como
Billy Drago o Sven-Ole Thorsten redondean el cast, mientras
que Michael Schroeder -antiguo colaborador de Sam Firstenberg- se
ocupó de la realización, al igual que de la siguiente secuela,
Cyborg 3 (1994). Como dato, mencionar que la saga propició la
elaboración de multitud de exploits con títulos como Cyborg
Cop (1993), American Cyborg: el guerrero de acero (1993) o
CyberTracker (1995), este último protagonizado nada menos que
por Don “The Dragon” Wilson y Richard Norton.
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