La técnica del transplante facial ha
servido como base en multitud de películas a lo largo de la historia
del cine. Sin pensar demasiado, podemos recordar “Cara robada”
(1952) de Terence Fisher, “Jail Bait” (1954) de Ed Wood o, más
recientemente, “Cara a cara” (1997) de John Woo. Es un tema que,
bien empleado, invita a la construcción de una trama interesante, a
la vez que permite la posibilidad de combinar diferentes géneros en
una misma trama. De terror al thriller, de la ciencia ficción al
drama, pasando si se quiere a la sátira o la parodia. Así no debe
extrañar, en absoluto, que el cine de serie B destinado a los
videoclubs en los años noventa quisiese acercarse al mentado método
ya que regala la ocasión de introducir al action-hero de turno en
una trepidante aventura llena suspense, equívocos y venganzas. Es el
caso de “La máscara de la muerte”, cinta de acción
protagonizada por Lorenzo Lamas.
La sinopsis podría resumirse del
siguiente modo: Jason McKeena es un buen policía que en una
operación contra el mafioso Mason pierde a su esposa y a algunos de
sus compañeros. Mason también fallece en la maniobra, circunstancia
que los altos dirigentes de la ley deciden emplear urdiendo un
insólito plan: aprovechando el parecido físico entre McKeena y
Mason, el agente se somete a una operación de cirugía plástica,
adoptando la forma del gángster y así introducirse en la
organización criminal con el fin de desmantelarla desde dentro.
Con un planteamiento tan simple como
efectivo, el cineasta David Mitchell construye esta epopeya en la que
Lamas, además de lucirse como artista marcial, puede demostrar a sus
fans que es capaz de interpretar dos registros diferentes en una
misma película. El resultado, lejos de ser una obra maestra, ni tan
siquiera un filme para tener de referencia en el género de acción,
es al menos lo suficientemente entretenido como para que el
espectador poco riguroso pase un rato grato con su visionado. No es
de lo mejor de Lamas, ni mucho menos -son muy superiores sus gestas
dentro del subgénero de torneos de lucha, “Final Impact” (1992)
o “Gallo de pelea” (1991), por ejemplo-, pero tampoco es tan
aberrante como otros títulos interpretados por el actor. Junto a él,
dos presencias muy interesantes, por un lado Billy Dee Williams
(inolvidable Lando Calrissian en el universo “Star Wars” o Harvey
Dent en el “Batman” de Tim Burton) y la siempre genial Rae Dawn
Chong (“En busca del fuego” [1981],
“Beat street” [1984],
“Crying Freeman” [1995], “El
gato infernal” [1990]...).
Puntuación: 5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario