Dado que películas como Ninja assassin (2009) o El
último samurái (2003) me habían dejado del todo frio, me daba algo de
miedo enfrentarme a la nueva incursión hollywoodiense en terreno, digamos,
marcial japonés. Pero como ocurre en muchas ocasiones (también hay que decirlo)
la película finalmente me ha gustado. La historia de los ronins desterrados y unidos
de nuevo con objetivos vengativos está ya muy vista, es cierto, pero aún así, el
cineasta Carl Risch (que se enfrenta aquí a su primer largometraje) es lo
suficientemente bueno en su trabajo como para bridarnos una propuesta muy
disfrutable, donde el guión quizá sea lo menos destacable (es sencillo y
directo) pero se sustenta en una buena recreación de la época dorada de los samuráis,
con una dosis generosa de combates bien rodados y ciertas historias de amor
interesantes. Y para ello, Risch se apoya en un muy buen reparto de actores asiáticos (Hiroyuki
Sanada, Tadanobu Asano, Cary-Hiroyuki Tagawa, Rinko Kikuchi, excelentes todos
ellos) al que hay que sumar a Keanu Reeves, quien se desenvuelve correctamente
en la piel de un enigmático mestizo, cuyas raíces se nos irán desvelando a lo
largo del metraje.
Los personajes de Reeves y Rinko Kikuchi darán pie, además,
a introducir en la película elementos sobrenaturales, muy bien colocados en la
trama, algo que a menudo falla en estas películas, pero que aquí enriquece una historia,
que como decíamos, es sencilla. Eso sí, el final me encantó. Lejos de querer
hacer un spoiler, únicamente comentaré que lo agradezco. Punto.
Un pero: me molesta que Rick Genest (a.k.a. Zombie Boy) aparezca
tan destacado en el cartel publicitario, cuando su aportación en la película no
dura más de UN MINUTO, realizando un personaje casi metido con calzador y
recitando una frase tan poco relevante. Claro que mola verle en el cine con sus
tatuajes y todo eso pero…En fin, una película bien realizada y entretenida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario