La leyenda de los cuerpos vivientes
no sería más que la típica cinta de kung fu clásico, con
clanes enfrentados y sus correspondientes batallas, de no ser porque
el director Joseph Kuo (y su equipo) decidió introducir en la trama
elementos de temática sobrenatural basados en antiguas creencias
asiáticas. Ya en el estupendo y terrorífico prólogo se indica la
costumbre de transportar cadáveres. Según el narrador, para las
personas de China, es importante ser enterrado en la ciudad en la que
se vivía; en este sentido, si una persona viajaba lejos y moría en
un país extraño, su cuerpo debía ser devuelto a casa para ser
enterrado por su familia. De no ser así, el cuerpo no descansaría
en paz. De ahí la importancia de la profesión del conductor de
cadáveres. Y aquí entran en juego los sacerdotes taoístas, quienes
realizando un determinado ritual, eran capaces de convertir en
zombies a los difuntos, para que pudiesen moverse por sí mismos.
De este modo Joseph Kuo se adelantó a
la moda que proliferó en los años 80, con películas asiáticas
protagonizadas por muertos vivientes que hacían gala de esos
característicos saltitos a la hora de desplazarse -recuérdense
cintas como Encuentros en el más allá (1980) de Sammo Hung,
la demencial Robo Vampire (1988) o la saga iniciada con Mr.
Vampire (1985)-. Pero como decíamos, en La leyenda de los
cuerpos vivientes el tono fantástico queda realmente en un
segundo plano, pues en la película cobran más importancia los
enfrentamientos entre los miembros de la Dinastía Ming y los de
Ching, así como las secuencias de artes marciales que desempeñan
los protagonistas. Con Carter Wong como el rostro más conocido entre
los que forman el reparto, la película acaba por ser bastante
confusa en cuanto a guion, debido a la abrupta mezcla de géneros y
temas que pretende tocar, pero no deja de ser un filme interesante,
incluso divertido, con buenas coreografías siempre agradecidas por
el espectador.
Puntuación:





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